Creado por Franz Kafka a principios del siglo XX, “El Proceso” ha estado intrigando las mentes de los críticos literarios y los cineastas durante todo un siglo. Escrito en un estilo literario único que combina el modernismo, el realismo mágico y el existencialismo, esta obra analiza el problema clásico de la sociedad moderna: la lucha del individuo contra el sistema.
En cuanto a su género, “El Proceso” se considera una novela filosófica en la que se entrelazan de manera asombrosamente sutil las características de la novela clásica del realismo y la novela fantástica. Todo esto ha dado como resultado una obra literaria impresionante. A lo largo de la narración, que abarca un año en la vida del protagonista, Josef K., un alto funcionario del banco, el autor sumerge al lector en un mundo familiar y comprensible. Vemos un pensionado donde viven personas comunes de principios del siglo XX. Vemos un banco donde trabajan funcionarios y mensajeros sin nada especial. Vemos una ciudad con sus calles, casas y suburbios, su vida cotidiana y sus habitantes. Todo es como siempre, todo es normal, excepto por el Tribunal, que como una mano invisible del destino, irrumpe constantemente en la realidad cotidiana y la destruye con su presencia.
La aparición periódica de elementos fantásticos en “El Proceso” no es resaltada por el autor. Se integran en la narración de manera natural. Incluso al describir las cosas más increíbles (por ejemplo, las escenas repetitivas de azotes del verdugo a dos guardias en la caja fuerte del banco, que solo ve Josef K.). Kafka no utiliza ningún recurso literario especial para expresar la expresividad del habla. Su estilo literario, su lenguaje es igualmente tranquilo, detallado y claro en cualquier situación. Pero precisamente esta falta de resalte de las rarezas que destruyen la imagen habitual de la realidad permite que “El Proceso” muestre toda la absurdidad de la realidad circundante.
Hace mucho tiempo, Shakespeare comparó la vida humana con un teatro. Kafka fue aún más lejos: vio en la vida un proceso judicial interminable, sin sentido y despiadado. El arresto del protagonista no ocurre por casualidad en el día de su cumpleaños, es una especie de sugerencia al lector de que todos los eventos posteriores serán más sugerentes que reales. El último año de su vida, Josef K. vive dentro del proceso judicial, del que nadie sabe nada. Ni siquiera los jueces que llevan su caso conocen su culpa. Es culpable simplemente porque cada persona en esta vida puede ser culpable de algo, y eso es suficiente.
La composición de la novela se basa en el principio clásico: al principio hay una introducción del argumento (el despertar de Josef K. de un sueño, la notificación de su arresto y su interrogatorio en la habitación de la señorita Bürstner), luego sigue el desarrollo de la acción (y es muy lento, dado que el primer recurso presentado por el abogado Huld al tribunal tarda varios meses en ser escrito), después llega el clímax (la renuncia de Josef al abogado y su escucha de la profundamente filosófica parábola “Ante la Ley”), seguida por una solución inesperada a primera vista, pero lógicamente preparada por el curso de la narración (la ejecución de la sentencia de muerte). Josef K. ni siquiera sabe por qué es castigado cuando lo matan “como a un perro” – con un cuchillo en el corazón.
Todos los personajes de la novela están de alguna manera relacionados con el proceso judicial. Infinitos funcionarios judiciales de diferentes rangos y tipos, el abogado Huld, el artista judicial Titorelli, la enfermera del abogado Leni, todos ellos trabajan para el tribunal o para aquellos que están involucrados en él. Incluso la señorita Bürstner, que es completamente neutral (es maquinista de profesión) y aparece en la vida de Josef K. después de su arresto, quiere inmediatamente involucrarse en la jurisprudencia para poder ayudar al personaje a defenderse. Cabe destacar que durante todo “El Proceso”, las mujeres se aferran al personaje principal. El abogado Huld explica esto diciendo que subconscientemente ven a todos los acusados como bellos. Esta característica se manifiesta especialmente fuerte en la enfermera del abogado Leni. Está dispuesta a dar su amor a cada acusado, y no por turnos, sino a todos a la vez.
La absurdidad de la vida se muestra a través de Kafka y del cronotopo de su obra. Josef K. se enfrenta constantemente al sistema judicial en espacios cerrados y sofocantes: en su propia habitación (e incluso en su cama), en el ático de la oficina judicial, en un estudio con ventanas selladas. Con el tiempo, el espacio comienza a cerrarse incluso dentro de la vida cotidiana del personaje: a través de las ventanas, se le muestran pequeños fragmentos de paredes y techos de edificios cercanos, y dentro de las habitaciones, siempre está rodeado de multitudes de personas: funcionarios judiciales, empleados bancarios, adolescentes desaliñadas.
Al decidir defenderse por sí mismo, Josef K. se condena a muerte simplemente porque no quiere seguir las reglas del sistema judicial. Esa es su tragedia, pero también su fortuna.